La Pontificia Universidad Católica del Ecuador, su Centro Cultural,
invitan a la exposición
Retratos
de Adela Tobar.
Adelita
llevaba , en sí, sin que lo dijera, una maravillosa reserva interior,
un
innato sentido del arte. Un día decidió descubrirse y hacernos conocer
su tesoro escondido: tenía una excepcional disposición para la pintura y
quiso intentarla, con responsabilidad, con seguridad de un destino para
el que estaba señalada. Adquirió, pues,
los elementos que le llevaran a perfeccionar un oficio y sólo cuando se
sintió segura de él inició su camino plástico del que ya nadie podrá
alejarla. Me decía que se decidió, tal vez, tardíamente; no creo que
tenga razón en ello porque no hay tiempo perdido
cuando se entra en el destino con la madurez, refinamiento y seguridad
con que lo ha hecho.
Escogió
un sólo motivo: el retrato; y en él se ha mantenido, inalterablemente,
dentro
de una manera que es suya y no admite confusión. Sus modelos son, en
general, mujeres, y todas están estudiadas profundamente y tratada la
composición con limpidez y elegancia. No usa recursos que escondan,
disimulen o alteren la personalidad de quienes posaron
para sus cuadros: están ellas, como gusta apreciarlas la artista, como
las acostumbra ver, apacibles, serenas, en ningún caso atormentadas por
conflictos íntimos o presas de pasiones contrariantes. Sorprenden las
miradas que capta, que ven sin vernos, que
no se perturban, ni perturban a quienes las miran, que no delatan su
mundo interno, su intimidad guardada celosamente. Hay una cierta
lejanía, una distinción que no requiere elementos superfluos, una
expresión precisa, completa y suficiente y con ellas logra
cumplir con el objetivo de reflejar a los personajes retratados no sólo
desde la personalidad que ofrecen sino, y sobre todo, desde la visión
personal de la artista: cuerpos finos, cuellos espigados, rostros
serenos, y como entorno o decoración, cofias más
o menos arregladas, a veces cabelleras caprichosas o adornos de
manifiesta sencillez. Un particular gusto le lleva a completar los
bustos vistiéndolos con refinamiento y a situarlos, anteponiéndolos a
fondos de enramadas o flores exóticas, tratados sin excesos,
con simplicidad de decenios y pintados con colores puros que mucho me
recuerdan los lienzos de Matisse.
Adelita
ha conseguido definirse en su propio estilo y en sus formas de pintar
que
la identifican y demuestran consistencia y personalidad. Estoy seguro
de que ha de mantenerse en esta línea por algún tiempo pues esos caminos
le ofrecen, todavía, innumerables y gratas posibilidades.
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